sábado, 22 de octubre de 2011

Vuelos chungos, torros guapos y apurar Grazalema



El miércoles pasado era fiesta, y ¿qué mejor manera de aprovechar una fiesta que trepando? Así que con la fuerza que nos dio la mariscada del martes por la noche en casa de Pablo, tiramos para Grazalema Pablo, Domingo, Guille el Cabesa y yo, con la perspectiva de encontrarnos por allí con Sergio El Hombre Sabio, Blanca y a saber qué personajes más.

Domingo calienta en Fino Feria. Snif, snif.


Fino Feria me odia y no hay más que hablar. Encadené, eso sí la versión fácil de 60 cañones, 6a+, a costa de gritar “pilla” y decir dos segundos después “¡nononononono!” y agarrarme a la roca como un bicho malo para probar mis límites. Debería ser un poco más guerrera de la roca y proponerme no gritar “pilla” nunca jamás: caerme escalando. Es lo que me dice Pablo siempre, que es mi coach personal de psicología de la escalada, pero cuando estás ahí arriba te puede la comodidad de sentarte un ratito en el arnés.

Pablo, por cierto, fue el héroe de mi día. Cuando le daba el segundo pegue a 60 cañones con intención de “esto lo encadeno yo, que si no Grazalema va a ser como el día de la marmota”, el Hombre Sabio y Domingo se marchaban hacia el corral. Hubo un momento de confusión-distracción y yo empecé a subir pensando en vete a saber qué y sin sentirme muy a gusto en los primeros pasos. Chapé la primera, seguí, llegué a la segunda y pedí cuerda. Y entonces, con la cuerda en la mano y la gente charlando tranquilamente a pie de vía, no sé qué coño me pasó que me resbalé y me caí. El peor vuelo ever: chapando la segunda y con la cinta en la mano. Me puse a gritar como una descosida y me vi picando suelo y sin tobillos. Menos mal que Pablo tuvo reflejos, recogió cuerda, saltó para atrás y me dejó colgando a dos palmos del suelo. Me quedé una hora temblando y comiendo tortitas de arroz mientras reunía valor para subir de nuevo.

La experiencia, así a posteriori, la valoro como buena. Caerme chapando me daba un montón de miedo, y caerme chapando la segunda pues ya ni te cuento. Así que comprobar que con un buen asegurador ni siquiera así picas suelo te tranquiliza. Cuando conseguí dejar de temblar, di el pegue y encadené, hu ha. Luego intenté Fino Feria y ni siquiera llegué arriba. Es una vía que físicamente me resulta muy exigente, muy apretada, aunque las cuatro primeras cintas las chapé con mucha más fluidez que en intentos anteriores. Nada, gente, a ponerse fuerte y a volver en primavera, que al paso que voy la encadeno con un solo brazo.


Chapando la cinta problema en el pegue del encadene. More fear than embarrasment, people


Luego Pablo encadenó un 6b+ en dos pegues fluidos. ¡Escalas casi tan bien como aseguras, Pablo!


Blanca dio un par de torros, Guille hizo valerosos intentos de encadene a pesar del dolor por sus gatos nuevos y nos fuimos los tres camino al Corral, donde el Hombre Sabio nos había preparado al torro Vía Láctea. Nos acercamos por la carretera a las enormes paredes de caliza roja y vimos la cuerda nueva de Guille brillando amarilla entre las rocas. Qué emoción me entró al ver ese 6c de 35 metros coronando la sierra, listo para ser probado. El resultado no fue malo para ser un 6c (soft, dicen), aunque me quedan eones para encadenar eso. Pero tiene pasos chulos de estos que te motivan a apretar en el roco.

Comenzando Vía Láctea con alegría


El momentazo de la tarde lo protagonizó Blanca, que tiene sangre de bicho trepador y hasta un lagarto tatuado ya en el pie. Estaba a punto de probar Vía Láctea y comentaba que no quiere que se le pongan las espaldas anchas por escalar, que le parece poco femenino. “Pues a hacer placa”, decía El Hombre Sabio, que no le llaman así de forma gratuita. Luego Blanca empezó a subir, llegó a la reunión con esfuerzo pero con elegancia y bajó emocionada y diciendo “Si se me tiene que poner la espalda ancha, pues que se me ponga, ¡¡yo quiero escalar!!”.


La verdad es que es curioso como cuando te agarra esto fuerte te deja de importar todo. ¿Que se te deforman los pies? No te importa. ¿Que tienes agujetas crónicas? Lo mismo da. El otro día mi compañero de trabajo me cogió de la mano y me dijo: “Te tienes que echar crema, que tienes las manos muy ásperas”. “¡Qué dices! - contesté yo -, ¡Si eso es lo que quiero, hacer callo!”. Nunca en mi vida pensé que buscaría en google “endurecer piel manos”, y que por supuesto me saldrían foros frikis de escalada donde aconsejan mearse encima, cosa que a mi favor diré que no he hecho aún.

La tarde se volvió noche y acabamos en Grazalema comiendo venado en salsa, pimientos fritos y croquetas, que saben a gloria después de una tarde de apretar y de escapar a los esguinces gracias a los buenos amigos. Después Domingo, Blanca y yo compartimos un viaje en coche metafísico del que me quedo con la teoría de Domingo: la escalada tiene todo lo que tiene la vida en pequeñas dosis: amigos, alegría, miedo, decepciones, éxitos, fracasos, placer, dolor... ¿para qué quieres más? Es broma, bichos del mundo: ¡hay vida más allá de la escalada, así que no lo olvidéis y no abandonéis como he hecho yo a familiares, amigos, vecinos, trabajo y todo lo que no sea trepar, que después moriréis solos y rodeados por los perros!


Termino con una preciosa foto que me sacó Guille justo antes de chapar de nuevo la cinta del mal. Aún con el cuerpo cortado del vuelo, pero con el amor por la escalada intacto y las uñas pintadas de color coral.


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