domingo, 9 de octubre de 2011

El riesgo es relativo

Es curioso darse cuenta de cómo nuestra percepción del riesgo condiciona nuestros actos. Todo es relativo, y lo que determina al final si lo que hacemos es peligroso o no puede ser tan absurdo como la importancia que le damos. Cuando comentas que escalas todo el mundo te dice que tengas cuidado, te pregunta si no te da miedo o incluso exclama: "¡Yo no sería capaz!". Al final, sin embargo, todo es relativo, y hacemos a diario cosas mucho más peligrosas que ponerte a trepar paredes sujeto por una cuerda.

Al escalar, si uno es medianamente sensato y si ha aprendido con buenos maestros, procura prestar atención a lo que hace. Hay un montón de pequeños detalles y debemos cuidarlos todos, porque nos estamos jugando algo tan importante como nuestros tobillos, nuestra cabeza o nuestra vida. Nos fijamos en el estado de la cuerda, el cierre del arnés, el ocho, el aspecto de los parabolts, el óxido en la reunión y mil detalles más. Le chillamos al asegurador para que esté atento, calibramos las consecuencias de una caída. Ponemos nuestros cinco sentidos en lo que hacemos.

Hablo de todo esto porque ayer tuvimos la mala suerte de ver cómo una compañera se partía dos huesos de la pierna de la manera más absurda. Después de estar escalando sin problemas, mientras nos preparábamos para volver al Chorro con los coches, se subió jugando a la parte de atrás de una camioneta y se agarró de una cuerda, con tan mala suerte que la cuerda se rompió y ella aterrizó en el suelo. En la vida cotidiana no estamos tan pendientes del riesgo, no miramos dónde nos agarramos ni la calidad de las cuerdas que cuelgan por ahí. Y el riesgo está presente en todas partes.

Apenas una hora antes yo había estado desmontando una reunión a treinta metros de altura. Tardé un montón porque no me cabía el mosquetón en la chapa y me agobié. Objetivamente, se supone que es más peligroso estar colgado a treinta metros que en la parte de atrás de una pick-up, a un metro del suelo. Sin embargo, mientras desmontaba la reunión estaba poniendo toda mi atención. Sabía que no importaba lo que tardara mientras tuviera claro lo que debía hacer y me mantuviera centrada. El accidente me ha hecho pensar que está bien trasladar a la vida lo que aprendemos escalando: la misma presencia, el mismo cuidado, la misma concentración. Porque el riesgo es tan relativo como el estado de una cuerda, y un accidente se produce en un segundo y puede dejar secuelas para una vida.

Desde aquí mando todos mis ánimos a Carmen, nuestra compañera accidentada. Espero que todo salga bien y que estés trepando otra vez antes de darte cuenta.

Ya os contaré en unos días el resto del finde, que no todo han sido penas, se ha escalado bien, se ha apretado mucho y hasta hemos encadenado algo :D

No hay comentarios: